martes, 1 de junio de 2010

Mi padre

Mi padre está viejo. Tiene un ojo inflamado y la voz raspada. Parece que le cueste hablar. Estamos en la mesa y come despacio. Yo le miro. No, no le miro; casi no puedo mirar sus manos.

Le gusta oírme hablar así que yo le hablo. Le gusta beber vino conmigo aunque no brindemos. Mi madre recoge la mesa y mi padre no se levanta. Parece que la vida le haya atropellado. Así, de repente, se le han teñido los ojos de gris.

Quiero abrazarle; agarrarle con fuerza para que se quede conmigo, para que no se lo lleve el tiempo. Quiero decirle que volverá a ser el de antes -fuerte y tosco como un tronco- pero no me atrevo. Casi no puedo mirar sus manos, que empiezan a temblar cuando sujeta los cubiertos...

(Pino Montalvo)