domingo, 29 de noviembre de 2009

Fragmentos del Diario de Kathering Mansfield (entre 1914-1922)



LECTURA DE DOMINGO LLUVIOSO (dedicated to Irene)

"Si yo pudiera arrastrar todo mi jardín, subirlo por el monte hasta tu puerta..."

"Esas horas en las que tu fotografía tiene un aire triste..."

"Cuando el café está frío, L.M. dice: - Son cosas que tienen que pasar alguna vez - Y toma un aire importante y misterioso, como si desde siempre hubiese sabido que éste iba a ser un día en el que el café estaría frío."

"Estoy en la cama, algo extraña, como si me estuviera descomponiendo un poco. Es un día pálido, silencioso, quisiera pasearme en un bosque, muy lejos."

"Mujer de ojos vivos, ojos que saben encontrar fresas..."

"Complicaciones lujuriosas que hacen la atmósfera excesivamente tropical..."

"El avestruz, al esconder la cabeza en la arena, quiere dar la impresión de que su cabeza es la parte más importante de su cuerpo."

"Ahora quisiera escribir poemas. Me siento palpitar al borde de la poesía."

"En el mar las almas de los ahogados han cantado toda la noche. Estos son los peores días de toda mi existencia..."

"Continuo anhelo de escribir algo en lo que pueda poner todo mi poder, toda mi fuerza..."

"He tocado fondo. Pienso seriamente la posibilidad de convertirme al catolicismo."

"Poder ser una hija del sol. Que baste eso. Ser una hija del sol."

"Me siento feliz en el fondo, muy en el fondo. Todo está bien." (Última entrada en su diario)

Kathering Mansfield

sábado, 28 de noviembre de 2009

Cuando entregas un poema

Cuando entregas un poema a quien has amado y él dice mientras lo lee: "Me voy a poner triste..."

Hace mucho que te ha olvidado.

(Pino Montalvo)

jueves, 26 de noviembre de 2009

Fragmento sobre el miedo (Rainer Maria Rilke)


"Pero antes de eso había tenido ya miedo. Por ejemplo, cuando murió mi perro. Éste que me acusó de una vez para siempre. Estaba muy enfermo. Todo el día me lo pasé arrodillado cerca de él, y de repente me enderezó un ladrido breve y cortado tal como los que lanzaba cuando entraba en la habitación un extraño. Esta especie de ladrido había sido convenido de algún modo entre nosotros para tal caso, y maquinalmente me volví hacia la puerta. Pero la cosa ya estaba con él. Inquieto, busqué su mirada, y él buscó la mía. No para despedirse de mí, sin embargo. Me miraba con dureza y distancia. Me reprochaba haberla dejado entrar. Estaba convencido de que yo hubiera podido impedirlo. Ahora se demostraba que había sobrestimado mi poder. Y ya no era tiempo de explicarle. Me miró con distancia y soledad, hasta que todo hubo terminado"

(Los apuntes de Malte Laurids Brigge, Rainer Maria Rilke)

He aprendido a vivir de un modo simple y sabio

He aprendido a vivir de un modo simple y sabio,
mirar al cielo y rezar a Dios,
y dar largos paseos antes de que anochezca
para ahogar esta inútil ansiedad.

Cuando murmuran los espinos del barranco
y rojo y dorado cabecea el racimo del serbal
entonces compongo versos felices
sobre la vida breve, breve y hermosa.

Regreso. El gato peludo
lame mi mano y tierno ronronea.
y en la torrecilla del aserradero junto al lago
brilla la llama de una hoguera.

Rara vez turba el silencio
el grito de una cigüeña posándose en la casa.
- Y si a mi puerta llamaras,
creo que ni siquiera te oiría.

(Anna Ajmatova)

Noches blancas (fragmento)

" Y no he vuelto a ver a Nástenka. ¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario... ¡Dios mío! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida? "

(Fedor Dostoievski)

lunes, 23 de noviembre de 2009

LA GRAN POETA RUSA


Anna Andréyevna Gorenko 1889-1966
Su emotivo ciclo en memoria de las víctimas de Stalin, entre las que estuvo su hijo Lev, Requiem (1935-1940), está considerado una obra maestra y un monumento poético al sufrimiento del pueblo soviético bajo la dictadura estalinista.

EL ÚLTIMO BRINDIS

Bebo por la casa devastada,
por el dolor de mi vida,
por la soledad en pareja,
y también bebo, brindo, por ti.

Por el falso labio que me traicionó,
por el frío mortal en los ojos,
porque es el mundo adusto y brutal
y porque no nos ha salvado Dios.

Requiem

Te llevaron al alba,
y fui tras ti como en un entierro.
En el ático oscuro lloraban los niños,
y ante la imagen sagrada se derretía la vela.
En tus labios estaba el frío del icono
y un sudor mortal en tus cejas...¡No lo olvidaré!
Como las viudas de los Streltsy
aullaré bajo las torres del Kremlin.
....................
No, no soy yo, sino otra quien sufre.
NO podría soportarlo. Que un velo
negro cubra lo sucedido,
y que se lleven las linternas...
Noche.
...................
Diecisiete meses hace que grito.
te llamo a casa,
me arrojé a los pies del verdugo,
hijo mío, horror mío.
todo se ha enturbiado para siempre
y no puedo distinguir
ahora quién es el animal, quién la persona,
cuánto tiempo queda para la ejecución.
Y sólo hay flores cubiertas de polvo
y el tintineo del incienso, y huellas
desde algún lugar a ninguna parte.
Y me mira fijamente a los ojos
y me amenaza con una muerte cercana
una inmensa estrella .
.........................
Pasan pronto las semanas.
Lo que sucedió, no lo comprendo.
Cómo a ti, hijo, te contemplaron
las noches blancas en la cárcel.
Y cómo de nuevo te contemplan
con su ardiente ojo de gavilán.
Y de tu alta cruz,
y de tu muerte, hablan.
...................
Y cayó la palabra de piedra
sobre mi pecho todavía vivo.
No importa. Estaba preparada.
De alguna manera me las apañaré.

Hoy tengo que hacer muchas cosas:
hay que matar la memoria,
hay que petrificar el alma,
hay que aprender de nuevo a vivir.


A su hijo (Anna Ajmátova)

Crucifixion

1
Un coro de ángeles glorificó esta hora grandiosa.
Y los cielos se fundieron en el fuego.
Al Padre dijo " ¿Por qué me has abandonado?"
Y a la Madre. "No llores por mí".

1940
Casa de Fontanka

2

Magdalena palpitaba y sollozaba.
El amado discípulo se petrificaba,
pero allí donde en silencio la Madre estaba
nadie osaba mirar.

1943
Tashkent

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

¡Dos manos tiernamente puestas
en la cabeza de una niña!
Me habían sido regaladas
-para cada mano, una- dos cabecitas.

Pero apretándolas con ambas,
con furia- cómo pude-
a la mayor arrebaté de las tinieblas,
y a la menor no logré salvar.

Dos manos – acarician y alisan
tiernas cabezas, sedosos cabellos.
Dos manos-y una, en una noche,
resultó superflua.

Rubia- cuellecito fino-,
diente de león en su tallo.
Aun no he llegado a comprender
que mi niña yace en tierra.

(Anna Ajmatova)

En vez de dedicatoria

Con las olas vago y me oculto en el bosque,
en el puro esmalte del cielo aparezco,
la separación podré soportarla,
pero el encuentro contigo, apenas.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

NO, NO sabemos despedirnos.
Hombro con hombro, seguimos caminando.
Ya empieza a caer la noche.
Yo, silenciosa; tú, pensativo.

Entramos en la iglesia, vemos
bodas, funerales, bautizos.
Sin mirarnos, salimos: ¿por qué
somos tan distintos de los otros?

O nos sentamos sobre la nieve pisada,
en el cementerio, y suspiramos dulcemente.
Con un palito dibujas palacios
donde estaremos juntos siempre.

(Anna Ajmatova)

El visitante

EL VISITANTE

Nada ha cambiado: a las ventanas llegan,
junto a la mesa, menudos copos de nieve.
Y también yo soy la misma.
Pero alguien ha venido a mí.

“¿Qué me pides?”, le pregunté.
Respondió:”Estar contigo en el infierno”.
Me reí: “Oh calla, no seas pájaro
de mal agüero para los dos”.

Alzó entonces su mano demacrada
y suave acarició las flores:
“Dime cómo te besan.
Dime como besas tú”.

Sus ojos aletargados
no perdían de vista mi anillo.
En su rostro sereno, maligno,
no se movía un músculo.

Oh, ya lo sé: él saboreaba-vivo
e intenso- el placer de presentir
que no había de oponer nada,
que nada le podía rehusar.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

Apreté las manos bajo el velo oscuro…
- ¿Por qué estás tan pálida hoy?
- Con áspera tristeza
embriagué a mi amado.

¿Cómo olvidarlo? Salió tambaleante,
prietos los labios por el dolor.
Bajé tras él volando
hasta llegar al portal.

Sin aliento grité: -Era broma
lo que te dije; si te vas, moriré-.
Sonrió con calma extraña:
- No te expongas al viento.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

Mis versos te son indispensables…
Ya te las arreglarás para vivir sin ellos.
Y es que no me queda ni un gramo de sangre
que no haya absorbido su amargura.

Quemamos los dorados, espléndidos días
de una vida imposible,
y no susurran las hogueras de la noche
nada sobre un encuentro en la patria celestial.

De nuestra grandeza
fluyó una ola fría
como si, temblando, leyéramos un nombre
en una lápida misteriosa.

No contemplar la separación para siempre
hubiera sido entonces mejor: a muerte.
Es casi seguro que nunca nadie
fue más separado que nosotros.

(Anna Ajmatova)

Otra cancion

Cómo resplandecía y cantaba
el milagro de nuestro encuentro,
yo no quería desde allí
volver a ninguna parte.
La dicha en vez del deber
era mi amarga delicia.
Nada me pedía que hablara
y hablé largamente.
Que la pasión ahogue a los amantes,
que exigen respuesta,
tú y yo, amor, solo somos
almas en los márgenes del mundo.

(Anna Ajmatova)

En un sueño

Esta negra separación inacabable
La sobrellevo igual que tú.
¿Por qué lloras? Mejor dame la mano,
prométeme venir a visitarme en un sueño.
Somos tú y yo, como dos montañas…
No nos encontraremos , tú y yo, en este mundo.
Si sólo me enviaras, al filo de la media noche,
un saludo con una estrella.

(Anna Ajmatova)

Realidad

Fuera del tiempo y fuera del espacio
todo lo veo a través de la noche blanca:
los narcisos en el vaso tallado, sobre tu mesa,
el humo azul del cigarro,
y el espejo que, como agua clara,
podría reflejarte ahora.
Fuera del tiempo y fuera del espacio…
Pero tú tampoco me puedes ayudar.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

Pensábamos: qué pobres somos, no tenemos nada;
pero al ir perdiendo una cosa tras otra
-de modo que cada días se transformaba
en memento, Día de los difuntos-,
comenzábamos a componer canciones
sobre la gran generosidad de Dios
y sobre nuestra antigua riqueza.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

En vez de sabiduría, experiencia. Bebida insípida
Que no apaga la sed.
Fue mi juventud como plegaria de domingo,
¿puedo olvidarla?

Cuántos caminos solitarios recorrí
con aquél que no amaba,
cuántas veces en la iglesia me arrodillé
por aquél que amaba.

Ahora olvido mejor que los olvidadizos.
Quietos pasan los años.
Esos labios que nadie ha besado, los ojos sin sonrisa
jamás los encontraré.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

Querría vivir contigo
en una pequeña ciudad
con eternos atardeceres
y eterno sonar de campanas.
Y en una fonda, en el campo,
el fino tintineó
de un viejo reloj,
como el gotear del tiempo.

Y a veces, por las noches,
desde una buhardilla,
una flauta,
y el flautista mismo en la ventana.
Y grandes tulipanes en las ventanas…
Tal vez tú ni me amaste siquiera.

En medio de la alcoba
la gran estufa de cerámica,
cada azulejo, una imagen:
rosa, navío, corazón.
Y en la única ventana,
nieve, nieve, nieve.
Tú estarías recostado, tal como me gustas:
perezoso, indolente, indiferente.
De vez en cuando el gesto seco
de una cerilla.
El cigarrillo quema y se consume
y en su extremo tiembla largo rato
-breve columna gris- la ceniza.
hasta te da pereza sacudirla,
y el cigarrillo entero vuela al fuego.

(Anna Ajmatova)

Sin titulo

Siempre he odiado
que sintieran lástima de mí,
pero una sola gota de tu piedad
la guardo cálida como el sol.
Por eso me envuelve la aurora,
por eso voy haciendo milagros,
por eso.

(Anna Ajmatova)

A la muerte

9
Ya la locura cubre
con su ala la mitad de mi alma,
y le ofrece su vino de fuego,
y la imanta hacia el negro valle.

He comprendido que debo
cederle a ella la victoria
oyendo mi propio delirio
como si fuera ajeno.

Y no me dejará ella
llevar nada conmigo
por mucho que la suplique
o fatigue con mi plegaria:

Ni los terribles ojos de mi hijo,
petrificados por el dolor,
ni el día en que llegó la tormenta,
ni la hora de la visita en la cárcel,

ni la suave frescura de sus manos,
ni la sombra temblorosa de los tilos,
ni el lejano y ligero sonido
de las últimas palabras de consuelo.

4 de Mayo de 1940
Casa de Fontanka
(Anna Ajmatova)

El fumador

Saca el paquete de tabaco de su bolsillo. Le quedan 3 cigarrillos y una cerilla. Le gusta el olor de las cerillas. A veces, solo fuma para encender una. Se pasa la lengua por los labios y se coloca el pitillo justo en el centro de la comisura superior.
Su última cerilla. Debe encenderla con fuerza y decisión. Hace chispa a la primera. Se quema los dedos, pero no le duele. Se acerca la cerilla a la boca. El papel del cigarrillo comienza calentarse. Sus pulmones se excitan e inhalan con energía. El tabaco va prendiendo, sus bronquios absorben el humo del pitillo y el olor de la cerilla. Le gusta la mezcla de ambos elementos.

Tira la cerilla al suelo. Levanta la cabeza y mira a su alrededor. No sabe muy bien que está haciendo allí. Se acerca hacia las paredes de la consulta. Solo ve diplomas. Diplomas que para él no significan nada. No se fía de los médicos. Cuelgan sus diplomas por las paredes y eso le confunde. No sabe si lo hacen para verse a ellos mismos, o para demostrar a sus pacientes que están en buenas manos. Disfruta de su cigarrillo mucho mas que con la compañía de aquel médico.

El médico. Sigue sin decir una palabra. Ya ha dicho todo lo que tenía que decir, que no es poco. Ese hombre de bata blanca que nunca ha visto antes. Ese médico que lo único que le ha proporcionado es la fecha de su muerte.
No hay nada mas que decir. Ya está toda su vida dicha.

El cigarrillo se consume muy lentamente. Se está mareando. El pitillo se le escapa de los dedos y cae; apoya su cuerpo sobre la mesa del médico; éste se incorpora para ayudarle; le dice mientras le sostiene, que en aquella consulta está prohibido fumar. Prohibido.

El fumador recupera el equilibrio. Mira hacia la ventana. Coge el cigarrillo del suelo, se lo vuelve a llevar a la boca, e inhala.

(Pino Montalvo)

Veladamente...

Veladamente,
descorriendo pestillos,
ha llegado hasta mi cuarto
una pantera translúcida con la piel de diamante
que me morderá la nuca cuando menos lo espere.

Es el deseo.

(Almudena Guzmán)

CIORAN

. No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos qué forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el Tiempo.

. Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos.

. Mientras me exponía sus proyectos, le escuchaba sin poder olvidar que no le quedaban más que unos días de vida. Qué locura la suya de hablar de futuro, de su futuro. Pero, ya en la calle, ¿ cómo no pensar que a fin de cuentas la diferencia no es tan grande entre un mortal y un moribundo ? Lo absurdo de hacer proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.

(CIORAN)

Oye, yo era como un mar dormido...

Oye: yo era como un mar dormido. Me despertaste y la tempestad ha estallado. Sacudo mis olas, hundo mis buques, subo al cielo y castigo estrellas, me avergüenzo y escondo entre mis pliegues, enloquezco y mato mis peces. No me mires con miedo. Tú lo has querido.

(Alfonsina Stormi)

La llama

Asistida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.

(María Zambrano)

Crepúsculo, de Deux morceaux de prose

Era un crepúsculo de junio; había perfumes de flores en el cementerio, perfumes tan suaves, tan penetrantes, que me embriagaban; había guirnaldas de rosas sobre las tumbas y altas hierbas floridas sobre las que las falenas y las moscas bailaban sus corros ligeros. Todo me emborrachaba de deseos de vida y de amor, a mí, que estaba muerto.

(Pierre Loti)

Diarios 1945-1969 (fragmento)

Las pupilas, excesivamente desplazadas, casi desaparecen en las órbitas. Ciertos tipos de muerte provocan el mismo fenómeno. La salida del mundo de las formas y del devenir elimina la pupila. Todo éxtasis tiende a anular la mirada.

(Mircea Eliade)

Antinoo

Bajo el peso nocturno de los cabellos
O bajo la luna diurna de tu hombro
Busque el orden intacto del mundo
La palabra no oída
Largamente bajo el fuego o bajo el vidrio
Busqué en tu rostro
La revelación de dioses que desconozco
Sin embargo pasaste a través de mí
Como pasamos a través de la sombra.

(Sophia de Mello Breyner)

El túnel (fragmento)

Yo no decía nada. Hermosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. -Nunca más, nunca más- pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarla al abismo, conmigo.

(Ernesto Sábato)

La mala conciencia (fragmento)

El placer contiene en sí el germen del dolor, pues produce una posibilidad de conciencia que no sólo destruye su plenitud sino que pone de manifiesto su insuficiencia e introduce una duda que lo socava. Esta conciencia que reflexiona sobre el placer es el origen de la moral y recorrerá un camino penoso: la inminencia de la sanción, el remordimiento, el desconsuelo y el sentimiento de lo irreversible.

(Vladimir Jankelevitch)

Distrust

I could walk you home
as if you were
a little boy,
lost in the dark.

At your door
I would let go of your hand
slowly
-my heart crumbling-

Once you’d get inside
so warm and calm
you would never let me in,
you would let me freeze to death.

(Pino Montalvo)

Humo

He empujado al tiempo
huyendo de ti.
He tapado el dolor
con placeres sin huella.
He dejado que nada pase
mientras la vida pasa.

He olvidado tu olor,
tu dulce olor.

Ahora todo es humo.

(Pino Montalvo)

Solos

Gemidos en la noche.
Por la mañana, silencio.

Así amanece el día
- solos -
el amor no nos salvará hoy.

(Pino Montalvo)

La vencida

Nos vestimos y salimos huyendo de allí. Ya era de día. La luz blanca y cortante se me clavó en los ojos. La gente caminaba deprisa. La calle olía a perfume y café. Él llevaba en una bolsa de basura lo que había quedado de la noche; hielo, whisky, preservativos, cristales…

“A la tercera…”- Le decía riendo unas horas antes.
“Va la vencida…”- Me respondía llevándome hacia la habitación.
En aquellos momentos de la noche el tiempo ya no existía. Me encontraba mal. Había vomitado, mis piernas estaban como muertas, pero no podía irme de allí. No había ningún otro lugar en el que quisiese estar. No importaba lo que estuviésemos haciendo. No. Ya no importaba. Aquella iba a ser la última vez.
A la tercera, la vencida.

Pasamos muchas horas allí.
Hice de puta para despertar su cuerpo.
Se untó el pecho con cocaína.
Dejé caer un vaso al suelo.
Llenó de whisky mi boca y luego de semen.

Nos quedaban pocas fuerzas, casi no nos mirábamos. Mi cuerpo estaba dormido. De vez en cuando, él ponía otra copa o cambiaba de música. Estaba cansada, muy cansada.

Oímos el murmullo del día que empezaba. El tiempo volvió a nosotros enfurecido. Salimos huyendo de allí. Metimos lo que quedó de la noche en una bolsa de basura.
Ya en la calle, la luz. Vi mi reflejo en un escaparate, tenía la cara cubierta de marcas rojas y moradas, la piel arrugada. Me dijo que me acompañaba al coche pero el camino al coche pareció muy largo. Me dijo que aquello no podía repetirse.
“-¡Tengo que salir de esto! No podemos seguir así…
Yo le insistía una y otra vez que aquella había sido la vencida. Él miraba hacia los lados temiendo encontrarse algún conocido.
“- ¿Pero dónde está tu coche?! ¿Dónde tiro esta bolsa?!”- Me preguntaba.
“- No hace falta que me acompañes”- Le dije “- Dame la bolsa, yo la tiro.”
Nos dimos dos besos y me dijo que condujese con cuidado.

La bolsa de basura pesaba mucho, el líquido me goteaba en las piernas.
Me corté con un cristal en la rodilla.
Pesaba, pesaba como el infierno entero.
Creí que no llegaría al coche; que no llegaría a casa; que no llegaría a mañana.

(Pino Montalvo)

Las manos

Empecé a pensar en las manos de mi padre.
Solía caminar muy deprisa, como un soldado. Recordé mis pies chocando con todo lo que se me cruzaba en el camino y dejándome caer hacia los lados para que él me cogiese la mano.

Encendí un cigarrillo. Miré al hombre sentado a mi lado que seguía insistiendo en irnos a la parte de atrás del coche para terminar lo empezado. Le dije que ya no me quedaban fuerzas ni para volver a casa. Sus manos se agarraban al volante, miraba hacia el frente y me decía que no le podía dejar así. Hablaba desencajado, con la mirada perdida y la voz gastada. Le dije que lo sentía, él se revolvió en su asiento y se quedó callado.

Volví a pensar en las manos de mi padre. Cuando le alcanzaba él no reducía su paso, me ofrecía su mano y el resto del camino cargaba conmigo.
Recordé aquel tacto; su mano cogiendo mi mano.

Apagué el cigarrillo. El hombre sentado a mi lado se había quedado en silencio. En sus ojos había un niño furioso. Miré sus manos, eran manos suaves, me gustaba cómo se le marcaban los nudillos. Acaricié sus dedos, largos, delgados. Apoyé mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos. Me besó la frente y los parpados hasta llegar a mi boca.
- Vamos a la parte de atrás - dijo.
Sin soltar su mano comencé a desabrocharme el abrigo.

(Pino Montalvo)

Culpa

Era como un niño
¡Los niños son buenos!
Él ya era mayor, ya no era bueno.
Sus ojos brillaban
brillaban de tanto llorar.
Buscaba nuestro perdón
no queríamos perdonarle.
Buscaba nuestro cariño
nos daba miedo mirarle.
¡Nos dolía su dolor!
Tuvimos que abandonarle
Si, tuvimos que abandonarle…

(Pino Montalvo)

Un día más, un día menos

Abrió los ojos una hora antes de que sonase el despertador. Se quedó tumbada respirando al unísono con Sebastián, que seguía durmiendo.
-Un día más - pensó - Hoy voy a estar tranquila.
Recordó la conversación que había tenido con su padre la noche anterior; recordó la voz de su padre, cansada y entristecida.
-Todo va a salir bien - se dijo. Un amigo al que quería mucho se lo dijo una vez: “Todo va a salir bien”. Desde entonces lo llevaba dentro, como un amuleto de piedra que sacaba de vez en cuando.

Se puso de lado y colocó otra almohada bajo su cabeza.

Tengo que mirar el libro que me recomendó el Flaco. Tiene buenas ideas. A mi no se me ocurre nada. ¿Qué pasó con la imaginación que tenía de pequeña?, Mama decía que tenía que explotarla... Voy a hacer las cosas bien, desde ahora voy a concentrarme más, estaré tranquila. Siempre que hago algo que me gusta, gusta en el trabajo. Cuando estoy segura de algo, lo compran. Me vendría bien saber actuar. Todo es teatro. “Lo tuyo es puro teatro....” Me esforzaré más.
Tengo que llamar a papa otra vez, que sepa que estoy a su lado, le animará hablar un rato, debería irle a ver este fin de semana… ¿Qué tenemos? Comida el sábado, clase de piano, no se si vendrá la madre de Sebastián el domingo, le puedo decir a papa que venga él también. Qué cansada estoy… no me apetece que venga nadie, quiero tumbarme todo el fin de semana. Pero le voy a decir que venga, que vea que alguno de sus hijos le quiere.
¿Y si no les gusta? ¿Y si no consigo hacer nada bueno? Mi jefe ya no confía en mi, tengo que mostrarme segura, como antes. Él no soporta a los débiles, se los come como si fuesen pollos. ¿Por qué busco su aprobación?, me hace sentir pequeña, inútil. Antes era más fuerte. Él no ayuda nada. Qué torpe y que egoísta, qué egoísta. Tengo que concentrarme, mostrarme tranquila.-

Empezó a entrar un poco de luz en la habitación, cogió el despertador y lo guardó en el armario.

- ¿Por qué suena tanto el tic tac? ¿Por qué lo llaman tic tac? No suena ni la “i” ni la “a”. Lo que tengo que hacer es airearme, ver a mis amigas, creo que las estoy perdiendo. María siempre está a mi lado cuando la necesito. Yo la abandono. Su dolor no me importa. Bueno, es que su dolor no tiene final… ni siquiera quiere salir de él. Es desesperante. Siempre la misma historia.
Papa está viejo, cojea… es la espalda. Cuánta tristeza. Ver a su hijo mayor tan borracho, tan hundido. Es un lastre, mi hermano es un lastre. No se puede hacer nada. No puedo ayudarle. No quiero. No le quiero ni ver. No le quiero. ¿Por qué nos ha tocado esto? Siempre aparentando una familia estable. La verdad es que mi hermano es el único consecuente: “¡Me habéis jodido! ¡Me has jodido, Papá! ¡Esto es en lo que me has convertido, en un perdido!”. Que egoísta es, siempre llorando su propio pasado como si los demás no hubiésemos sufrido. A veces me recuerda a X, solo que X es más fuerte, tiene una base mucho más fuerte. Y tiene a Dios. X tiene fe. Confía en que Dios le va a perdonar. Pero mi hermano… parece que ya no tiene solución. Creo que va a morir joven, le matarán o se ahorcará. Y papa y mama… ¿Cómo vivirán sus últimos años con su muerte a cuestas?-

-Todo va a salir bien… todo va a salir bien… Ya hace un mes que no me pierdo en la noche, muy bien, a ver si aguanto un poco más. ¡Qué mala es la noche! ¡Qué inhumana! ¡Peor que una guerra! Por lo menos en una guerra destruyes por un ideal, aunque no sea el tuyo. Las noches sin límite son gratuitas. El placer no vale nada, nos convierte en muertos. ¡Ni siquiera en muertos! No nos hemos ganado la muerte todavía. Me dejo llevar, no se por qué, me dejo llevar por algunas personas. Ángeles o demonios. Me dejo llevar y lo olvido todo, mi vida, dejo todo a un lado. Lo abandono como si me diese igual perderlo: Sebastián, mis hermanos, mis padres, mis amigas, mis gatos, mi trabajo… hasta yo desaparezco. Tal vez no tenga amor. Tal vez no sienta nada.-

-Hoy voy a llamar papa; voy a hacerle ver que estoy a su lado.-

Sonó el despertador. Sofía lo apagó y cerró los ojos. Sebastián se incorporó de un salto, miró por la ventana y se volvió a tumbar abrazándose a ella.
- …Hoy voy a estar tranquila, todo va a salir bien…-
Respiró hondamente, le dio un beso en la frente y se levantó.

(Pino Montalvo)

Cuando uno no ama

Cuando uno no ama, todo vale.
El baile, la seducción,
la carne, el olvido,
el olvido... el abandono.

¿Me dejarías morir de frío?
-Si.-

Cuando uno no ama
todo vale.

(Me convierto en un cuerpo sin corazón
para estar a tu altura,
para amarte una noche sin que tu lo sepas)

(Pino Montalvo)

Tuve un amante

Tuve un amante que no me amaba,
al amanecer volvía corriendo a casa
despidiéndose de lejos, como un desconocido.

Tuve un amante que me amaba,
me ponía su abrigo cuando tenía frío
y me calentaba las manos con sus besos.

Los dos me abandonaron
y a los dos abandoné.

El primero me dejó morir de frío.
El segundo me arrancó el corazón
y le prendió fuego...

(Pino Montalvo)

Cuando estabas a mi lado

Cuando estabas a mi lado
de madrugada
fumando un cigarrillo
y acariciándome la espalda,
el mundo entero
parecía dormir.

Yo me mecía en ti
como si fueses mi cuna,
mi hogar
mi silencio.

(Pino Montalvo)

domingo, 22 de noviembre de 2009

El hermano mayor

No recuerdo si alguna vez quise a mi hermano mayor.

Hoy me han contado lo que pasó con mi otro hermano. No sabía que había muerto mientras dormía. Y tampoco que mi madre, había cerrado la puerta de su dormitorio para no oírle llorar. En aquella época, se tenía la costumbre de dejar llorar a los bebes para que no creciesen malcriados.

Hoy he entendido por qué mi madre se ha dejado llevar siempre por sus instintos. He sido consciente de que no siempre se dejó llevar por sus instintos; que hubo una época, en la que mi madre hacía caso de ciertas costumbres que mataron a su bebe. He comprendido, por qué mi hermano mayor ha sido siempre paranoico, agresivo y sorprendentemente débil; nació 5 años después de que muriese el primer hijo de mi madre, y ya con 1 día de vida, podía percibir en la mirada de mi madre que él no iba a sustituir su pérdida. Así que mi hermano mayor, después de 30 años intentando ocupar la falta de aquel primer bebe que murió mientras dormía, ha decidido terminar su historia.

Ayer, a las 19 horas y 13 min, mi hermano mayor murió mientras dormía. 10 minutos antes, había ingerido un bote de pastillas. 10 minutos antes de tomarse la última pastilla, escribió un par de frases despidiéndose de mi madre. 10 minutos antes de escribir aquellas últimas palabras, me llamó por teléfono al móvil.
No se lo cogí.

(Pino Montalvo)

A la madre

No me digas
que estás llena de arrugas, que estás llena de sueño,
que se te han caído los dientes,
que ya no puedes con tus pobres remos hinchados,
deformados por el veneno del reuma.

No importa, madre, no importa.
Tú eres siempre joven,
eres una niña,
tienes once años.
Oh, sí, tú eres para mí eso: una candorosa niña.

Y verás que es verdad si te sumerges en esas lentas aguas,
en esas aguas poderosas,
que te han traído a esta ribera desolada.
Sumérgete, nada a contracorriente, cierra los ojos,
y cuando llegues, espera allí a tu hijo.
Porque yo también voy a sumergirme en mi niñez antigua,
pero las aguas que tengo que remontar hasta casi la fuente,
son mucho más poderosas, son aguas turbias, como teñidas de
sangre.
Óyelas, desde tu sueño, cómo rugen,
cómo quieren llevarse al pobre nadador.
¡Pobre del nadador que somorguja y bucea en ese mar salobre de la
memoria!
...Ya ves: ya hemos llegado.
¿No es una maravilla que los dos hayamos arribado a esta prodigiosa
ribera de nuestra infancia?
Si, así es como a veces fondean un mismo día en el puerto de
Singapur dos naves,
y la una viene de Nueva Zelanda, la otra de Brest.
Así hemos llegado los dos, ahora, juntos.
Y ésta es la única realidad, la única maravillosa realidad:
que tú eres una niña y que yo soy un niño.

¿Lo ves, madre?
No se te olvide nunca que todo lo demás es mentira, que esto solo es
verdad, la única verdad.
Verdad, tu trenza muy apretada, como la de esas niñas acabaditas de
peinar ahora,
tu trenza, en la que se marcan tan bien los brillantes lóbulos del
trenzado,
tu trenza, en cuyo extremo pende, inverosímil, un pequeño lacito rojo;
verdad, tus medias azules, anilladas de blanco, y las puntillas de los
pantalones que te asoman por debajo de la falda;
verdad, tu carita alegre, un poco enrojecida, y la tristeza de tus ojos.
(Ah, ¿por qué está siempre la tristeza en el fondo de la alegría?)
¿Y adónde vas ahora? ¿Vas camino del colegio?

Ah, niña mía, madre,
yo, niño también, un poco mayor, iré a tu lado,
te serviré de guía,
te defenderé galantemente de todas las brutalidades de mis
compañeros,
te buscaré flores,
me subiré a las tapias para cogerte las moras más negras, las más
llenas de jugo,
te buscaré grillos reales, de esos cuyo cri-crí es como un choque de
campanitas de plata.
¡Qué felices los dos, a orillas del río, ahora que va a ser el verano!

A nuestro paso van saltando las ranas verdes,
van saltando, van saltando al agua las ranas verdes:
es como un hilo continuo de ranas verdes,
que fuera repulgando la orilla, hilvanando la orilla con el río.
¡Oh qué felices los dos juntos, solos en esta mañana!
Ves: todavía hay rocío de la noche; llevamos los zapatos
llenos de deslumbrantes gotitas.

¿O es que prefieres que yo sea tu hermanito menor?
Sí, lo prefieres.
Seré tu hermanito menor, niña mía, hermana mía, madre mía.
¡Es tan fácil!
Nos pararemos un momento en medio del camino,
para que tú me subas los pantalones,
y para que me suenes las narices, que me hace mucha falta
(porque estoy llorando; sí, porque ahora estoy llorando).

No. No debo llorar, porque estamos en un bosque.
Tú ya conoces las delicias del bosque (las conoces por los cuentos,
porque tú nunca has debido estar en un bosque,
o por lo menos no has estado nunca en esta deliciosa soledad,
con tu hermanito).
Mira, esa llama rubia que velocísimamente repiquetea las ramas
de los pinos,
esa llama que como un rayo se deja caer al suelo, y que ahora
de un bote salta a mi hombro,
no es fuego, no es llama, es una ardilla.
¡No toques, no toques ese joyel, no toques esos diamantes!
¡Qué luces de fuego dan, del verde más puro, del tristísimo y virginal
amarillo, del blanco creador, del más hiriente blanco!
¡No, no lo toques!: es una tela de araña, cuajada de gotas de rocío.
Y esa sensación que ahora tienes de una ausencia invisible, como una
bella tristeza, ese acompasado y ligerísimo rumor de pies lejanos,
ese vacío, ese presentimiento súbito del bosque,
es la fuga de los corzos. ¿No has visto nunca corzas en huida?
¡Las maravillas del bosque! Ah, son innumerables; nunca te las podría
enseñar todas, tendríamos para toda una vida...

...para toda una vida. He mirado, de pronto, y he visto tu bello rostro
lleno de arrugas,
el torpor de tus queridas manos deformadas,
y tus cansados ojos llenos de lágrimas que tiemblan.
Madre mía, no llores: víveme siempre en sueño.
Vive, víveme siempre ausente de tus años, del sucio mundo hostil,
de mi egoísmo de hombre, de mis palabras duras.
Duerme ligeramente en ese bosque prodigioso de tu inocencia,
en ese bosque que crearon al par tu inocencia y mi llanto.
Oye, oye allí siempre cómo te silba las tonadas nuevas tu hijo, tu hermanito, para arrullarte el sueño.

No tengas miedo, madre. Mira, un día ese tu sueño cándido se te hará
de repente más profundo y más nítido.
Siempre en el bosque de la primer mañana, siempre en el bosque
nuestro.
Pero ahora ya serán las ardillas, lindas, veloces llamas, llamitas de
verdad;
y las telas de araña, celestes pedrerías;
y la huida de corzas, la fuga secular de las estrellas a la busca de Dios.
Y yo te seguiré arrullando el sueño oscuro, te seguiré cantando.
Tú oirás la oculta música, la música que rige el universo.
Y allá en tu sueño, madre, tú creerás que es tu hijo quien la envía.
Tal vez sea verdad: que un corazón es lo que mueve el mundo.
Madre, no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en el bosque el más
profundo sueño.

Espérame en tu sueño. Espera allí a tu hijo, madre mía.

(Damaso Alonso)

Último poema

Tanto soñé contigo,
Caminé tanto, hablé tanto,
Tanto amé tu sombra,
Que ya nada me queda de ti.
Sólo me queda ser la sombra entre las sombras
ser cien veces más sombra que la sombra
ser la sombra que retornará y retornará siempre
a tu vida llena de sol.

(Robert Desnos)

I died for beauty

I died for beauty, but was scarce
Adjusted in the tomb,
When one who died for truth was lain
In an adjoining room.

He questioned softly why I failed?
"For beauty," I replied.
"And I for truth - the two are one;
We brethren are," he said.

And so, as kinsmen met a-night,
We talked between the rooms,
Until the moss had reached our lips,
And covered up our names.

(Emily Dickinson)

El reencuentro

Estaba a punto de separarme. Mi vida se desmoronaba y tenía miedo, mucho miedo.

Un día me llamó una antigua amiga del campamento. Hacía muchos años que no la veía. Siempre fue la niña más guapa; seguía siéndolo. Recordaba su pelo castaño y liso cubriéndole la espalda. Recordaba sus ojos color aceituna; su acento andaluz; su aire musical (un poco arrogante y flamenco).

Vivía sola en Malasaña desde hacía seis meses. Se había ido de Sevilla para olvidar. Estuvo enamorada siete años de un hombre casado. Fueron amantes. Ella le esperó siempre (seguía esperándole), pero él era de falsas promesas, bien acomodado. Me dijo que todos aquellos años habían sido años perdidos, años de sufrimiento y soledad. Hacía poco que su amante la había llamado. Ella hizo las maletas y se fue el fin de semana a Sevilla, al hotel donde siempre se encontraban. Cuando volvió a Madrid no supo más de él.

Una noche salimos con nuestros amigos del campamento. Bailó con su primer amor toda la noche. Me contó después que se fueron juntos al salir del bar; que se sintió de nuevo como una niña, pero esta vez como mujer; que durmieron en casa de él; que a su lado se sintió protegida; que a la mañana siguiente, él no tenía nada para desayunar y mientras la acompañaba a la puerta se despedía con un “ya nos veremos”; que todos los hombres son iguales; que van a lo que van...

La última vez que hablamos, me dijo que me fuese a vivir con ella. Le dije que me lo pensaría. Me imaginé viviendo con ella; me imaginé despertándome en un piso en Malasaña; me imaginé saliendo por las noches y volviendo a casa al amanecer; me imaginé mendigando amor en cada esquina.

No volví a llamarla.

(Pino Montalvo)

El niño

Era consultor en una importante empresa. Tenía 29 años y los ojos de un azul brillante cielo. Reconocí el niño que había en él cuando, al quedarnos solos un momento, agachó la cabeza sobre sus rodillas y se la cubrió con las manos.

Yo también me volví niña y me quedé callada, sin saber qué decir...

(Pino Montalvo)

Viejo llorón


Estás triste y solo
mi viejo llorón,
no quisiste llorar de joven
no quisiste llorar tu amor.

Ojos de cristal grisáceo
la vejez te ha devuelto el corazón.

Ay... viejo llorón
cuántos abrazos me pides ahora,
ahora que ya no estoy.

(Pino Montalvo)

Reconciliación 00

Cuando te conocí me hablabas en círculos. Me hablabas del verde y del Greco, de Rusia y de Dios... Tus dedos trazaban formas en el aire, a veces sobre la mesa.

Nuestra conversación se convertía en un baile, me gustaba escucharte y dejarme llevar por la música...

Reconciliacion 01

Me contaron una historia sobre un psicoanalista y su paciente.

Llevaban más de un año viéndose en consulta. El paciente hablaba de su mujer, de su trabajo, de su madre, del colegio... pero nunca nombraba a su padre.

Un día de tormenta, el paciente llegó tarde y empapado por la lluvia. Nada más entrar en la consulta, mientras se quitaba el abrigo dijo:

“- ¡Me cago en mi padre! ¡La que está cayendo!”

El psicoanalista le mandó a casa en ese mismo momento, después de cobrarle (claro) los 60 eur de la cita. El paciente se fue muy enfadado, jurándose que cambiaría de psicoanalista esa misma semana. Pasó toda la noche en vela, preguntándose qué le habría hecho al psicoanalista para que éste le echase de la consulta.

A la mañana siguiente se acordó de la lluvia que había caído la tarde anterior, recordó lo empapado que estaba cuando llegó a la consulta y lo que dijo al entrar: “¡Me cago en mi padre! ¡La que está cayendo!”.

El paciente volvió a la semana siguiente a la consulta y empezó a hablar de su padre...

(Pino Montalvo)

Reconciliación 02

Me di cuenta de que te ibas a ir con la mujer que estaba sentada a tu lado. Ella estaba cansada. Pude sentir la música, tu nueva música. Tus dedos trazaban formas sobre la mesa alrededor de su mano. Ella se mecía en tus palabras.

No comprendí por qué tuve que ser testigo de aquello.¡Qué frialdad hay en un amor que ha pasado página! ¡qué abandono!

(Pino Montalvo)

Reconciliación 03

Hace unos días empecé a hablar con mi madre de mi. Nunca había hablado con ella (tal vez de pequeña, pero muy poco). Me llevé una sorpresa cuando al empezar a hablar, ella terminaba las frases.

Mi madre había estado esperándome todos estos años, aunque mi mirada ya se lo iba contando todo...

(Pino Montalvo)

Reconciliación 04

No hablaba con su hijo mayor desde hacía muchos años. Frente a sus amigos era el más bromista, en casa siempre de mal humor.

En el hospital, momentos antes de morir, pidió que cerrasen un poco las cortinas. No quería demasiada luz; la suficiente para ver a su familia.

Cogió la mano de su hijo mayor y le miró a los ojos por primera vez. Su hijo lloró. Él le acarició la mejilla. Entonces se le fue el miedo. Todo el miedo. La muerte, antes de llevárselo, le había hecho el regalo más preciado: un corazón humilde.

(Pino Montalvo)

Horas

Le quedaban cuatro horas de vida.
Me dijo que quería volver a nuestra casa.

La cama estaba sin hacer. Él se acostó.
Yo fui a la cocina. Le preparé un zumo de naranja. Mas tarde le pregunté si tenía hambre. Le habría hecho algún plato de los que teníamos como preferidos, pero me dijo que solo quería que estuviese con él, bajo las sábanas. Cerré las cortinas y encendí la luz de la mesilla, coloqué la lámpara en el suelo. Me pidió que le quitase la ropa, el estaba muy cansado para hacerlo. Yo también me desnudé.

Le quedaban dos horas de vida.
Ya casi no hablábamos.

Cuando solo le quedaba un momento de vida, nos miramos.
Vi miedo en sus ojos. Apagué la luz y le abracé.

(Pino Montalvo)

Mi vida sin mi

Me despierto y te veo a mi lado
te miro -no hay ningún otro lugar que este
ningún otro lugar...-.
Te ríes cuando pido otro vino
pides otro para ti
sonríes
-no hay ningún otro lugar que este...-.
Te despierto con un beso en el hombro
me abrazas
me preguntas si quiero desayunar
te digo que si
-ningún otro lugar-
me abrazas. Coloco mi pierna
entre tus piernas, nos miramos,
me haces gemir cuando me atraes hacia ti
-no hay ningún otro lugar que este
ningún otro lugar...-.
Pones el disco que me gusta, te vas a la cocina
te oigo preparar la cena, me acuesto en el sillón
-ningún otro lugar... -.
Das un frenazo en el coche, pones tu mano
sobre mi pierna para que no me asuste
-No, no lo hay-.
Miras a la gente, escuchas a la gente, en los bares y en la calle,
te miro y sonrío.
Escribes algo en una servilleta
me lo enseñas.
-No hay ningún otro lugar que este, ningún otro lugar-.
Nos quedamos en silencio
no hay nada que decir, ya está casi todo dicho
el resto no lo sabemos.
-Ningún otro lugar... ningún otro lugar...-.

Nos despedimos.
Vuelves a tu casa sin mi, yo vuelvo a la mía.
Me saludas con la mano hasta que mi coche desaparece.
Nos despedimos sin saber cuándo volveremos a vernos.
Pasan los días y se me van las fuerzas.
No me recupero.
No me recupero de ti.
Me despierto y me duermo con tu olor
cada vez más triste.
Dibujo, limpio la casa, trabajo, intento leer, intento escribir,
no me salen las palabras.
Dibujo para centrarme en el lápiz, solo en el lápiz; así descanso.
No se lo que estás pensando.
No se si se te ha ido el hambre o si has vuelto a tu rutina
-como si nada-.

Continua mi vida,
ya no me reconozco.
Me siento en el salón
es como si me sentase en un lugar desconocido.
Mi cama ya no es mi cama.
No se donde estoy.
Sé que debo luchar por lo que he construido.
Por él.
Porque es mi hermano, mi hijo y mi padre.
Porque ha intentado darme todo y yo lo he cogido como si fuese mío.
Porque no puedo verle sufrir.
Porque siento pánico,
un terrible pánico a vivir sin él.
Porque no se merece esto
Porque yo no le merezco.

Y tu recuerdo se me va haciendo
más doloroso.
Temo que no me ames
temo que me ames
temo amarte demasiado y no poder luchar
temo no amarte.
No se donde estoy.
No se por qué lloro cada vez que estoy sola.
Por qué duele tanto.
Por qué los días se me hace tan largos.

Él me ve cada vez más lejos.
Él lo vive en silencio,
sin decirme nada siente cómo me alejo.
Sabe que no puede ayudarme. Sabe, como yo,
que tal vez no haya retorno.
Me coge la mano, quiero quitarla pero no lo hago.
Le abrazo y le miro pidiéndole perdón;
pidiéndole perdón por haberle abandonado
y no dejarle ir.

(Pino Montalvo)

Cuando la hierba se seca

Estaba atardeciendo, el viento movía los árboles y las hojas empezaban a caerse. María se sirvió más vino y dejó el libro sobre la mesa del porche.

Sebastián se sentó a su lado. Callados, miraban hacia la parte seca del césped. A la vuelta de su viaje lo encontraron así, un riego se había roto y estaba haciendo mucho calor. María recordó cuando él, unos años antes, quiso plantar el césped.
-¡No lo vamos a poder cuidar! ¡Es demasiado trabajo!
- Pero el jardín estará precioso, María, lo disfrutaremos. Ya verás lo acogedor que será el jardín cuando la tierra esté verde…

Y así fue. Cada día, cuando volvía del trabajo, ella se tumbaba bajo un árbol y pasaba las manos sobre el césped húmedo. Al atardecer, se sentaba en el porche, le gustaba ver cómo se regaba, el olor y su frescura. Sebastián, cada día, al volver de la oficina, dejaba su bolsa, se cambiaba de ropa y salía al jardín a quitar las malas hierbas, si no hacía esto en unos días, los hierbajos tomaban territorio y cubrían por entero el jardín. Una vez a la semana, tenía que segarlo. Un día si y otro no, el riego se rompía, el pozo se secaba o los plomos se fundían y él se pasaba el fin de semana arreglándolo.

María volvió a coger el libro y simuló leer. Recordó la ilusión que solía tener para plantar flores en primavera, regar la lavanda, recoger los membrillos en septiembre, los paseos por el lago, la casa siempre llena de amigos… Ahora se dormía cuando tenían invitados y la nevera siempre estaba vacía.
-Mucho trabajo -pensó María- ¿Cómo hemos llegado a esto? Se pasa el día arreglando cosas y yo... Siempre hay algo roto, todo son problemas.

Él se levantó y fue hacia la parte seca del césped, encendió la manguera y lo regó largo tiempo hasta encharcarlo.
- ¡No se puede hacer nada! - dijo María - ¡Déjalo! Ya volverá a crecer…
Los dos sabían que no volvería a salir.

- ¿No vamos a cenar?- dijo Sebastián -
- Hay una manzana para ti, yo no voy a tomar nada.
Él se metió en la casa y salió al momento con la manzana.
- Está podrida- Dijo Sebastián.
María no respondió y siguió leyendo. Él miró la manzana, la miró a ella, tiró la manzana contra un árbol y se metió dentro.

María dejó el libro sobre la mesa y cerró los ojos. El viento era fresco, estaba anocheciendo. Abrió los ojos y se bebió el último trago de vino. Volvió a mirar la parte seca del césped.
- Está muerto – pensó – todo está muerto.

(Pino Montalvo)

Father

Will you hold my hand
when night falls on me?
Will you, father?
Will you look for me
and bring me home?
Will you dry my eyes?
Will you sing to me?

Oh father,
What made you think
I didn´t need you anymore?

(Pino Montalvo)

After you

Full moon shinning on the snow
Soft light on my hands
The air – quietly –
Freezing my heart

After you
Snow and silence.

(Pino Montalvo)

The boy

He looked at his feet all day
wondering if he would use them
after death.

His little feet went pale.
He looked at the window and said:
I´ll fly away to leave my bed

(Pino Montalvo)

Unloved

I wanted his heart
To bleed on mine
– week and thirsty –

I wanted him
To hurt me
And die for me

I wanted him
I wanted me in him!

(How could I know then,
He wasn’t the one
To love me
But the one
To be loved?)

(Pino Montalvo)

Hunger

A man hurt me
The other night
I allowed him to do it
– again –

He was gentle before love
He was gentle during love
He was not gentle after love

(Hunger of men,
some feed from our body
others, from our heart)

(Pino Montalvo)

There is a light

There is a light
behind the light we see
a brighter one
mother of all stars

Tenderly
blows the ashes away
keeps our heart
warm and calm

There is a light
behind the light we see
always forgiving
when we need to be forgiven
always healing
when we need to be healed

(Pino Montalvo)