lunes, 8 de mayo de 2017

Travis

Un mes de mayo hace dieciséis años nos mudamos a Valdemorillo. Era una primavera muy frondosa y apenas se veía una casucha entre las enredaderas. Nacho cumplía veintinueve años por aquellos días, yo tenía veintiuno.

Fue unos días después de mudarnos, pasando por el bar de la urbanización, que vimos un gatito negro en la acera, a punto de echarse a la carretera, debía tener un par de semanas de vida. Nacho y yo nunca habíamos tenido gatos ni habíamos hablado de ello, pero al parar el coche y abrir la puerta, aquel cachorro negro se metió 
bajo mis pies y seguimos conduciendo hasta casa sin apenas hablar.

Le llamamos Travis. Debió su nombre a un amigo mío de Alaska, un adolescente abandonado y maltratado que tenía mirada brillante y triste como un angel caído.

Nuestro gato Travis era elegante como un príncipe egipcio; grave y austero como una roca. Al principio creí enamorarme un poquito de él.

Pasamos nuestra juventud en aquella casa, junto con él y tres gatos más que llegaron después. Esta noche murió Travis de la mano de Nacho. Le enterraremos bajo el Olivo, junto al resto de nuestros gatitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario