domingo, 3 de octubre de 2010

Los enamorados

Ella me habló de su admiración hacia los escritores, de su valentía al enfrentarse a sí mismos. Su marido es poeta, el hombre al que más he amado. Casi abandono mi vida por él; casi. Mi terapeuta dice que a veces tomamos una decisión interior y nos es imposible saber por qué, simplemente la tomamos. Ahora él está enamorado. Podría decir que hasta se parecen físicamente. Yo siempre supe que no ibamos a pasar nuestra vida juntos, aun así me guardé París para él.

(Afortunados los enamorados. Toda la vida por delante y alguien con quien construirla. Se acarician como si no hubiese más cuerpos en el mundo. Se acuestan por la noche y dan las gracias por poder dormir al lado del otro. Cocinan con amor. Se acompañan y se esperan en cafeterías. Se regalan música y hablan hasta el amanecer. Se ríen de las conversaciones que hay en las mesas contiguas. Se ríen porque saben que no hay nadie tan feliz como ellos. No hay nada más luminoso que estar enamorado y ser correspondido. Uno hace milagros estando enamorado. El egoísta se vuelve compasivo y el dormilón no puede dormir. Sensación de juventud y de que todo florece. La muerte se hace lejana, casi imposible.)

Ahora él está enamorado. Se lo merece. Antes su casa estaba fría. Ya no tiene pesadillas. Tiene mejor color, antes era blanco como un espectro; ahora tiene las mejillas coloradas. Ella es dulce y paciente. Me dijo que admira a los escritores por su valentía. Acababan de volver de París. Estuvieron paseando por las calles de los poetas. Los dos dijeron al unínoso: ¡Qué bonito París en otoño!

(Pino Montalvo)

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