sábado, 9 de enero de 2010

Una amiga de la infancia

Siempre fue una superviviente, una buscavidas. Su padre la pegaba y su madre no sabía que hacer con ella. Se escapó de casa unas cuantas veces antes de cumplir los dieciocho. Hacía muchos años que no la veía, me dijeron que se había ido a vivir a Amsterdan, después a Londres y que finalmente había vuelto a Madrid.

Me la encontré en un bar, con el pelo teñido de rubio y los brazos tatuados. Era su cumpleaños. Llevaba camisa de cuero y pantalones de pitillo. Parecía más alta por sus zapatos de tacón. Iba acompañada de un hombre vestido de traje que le doblaba la edad. Él bailaba al otro lado de la pista. Me abrazó y me dijo que se había acordado de mi todos estos años. Quería enseñarme fotos que guardaba de nuestra niñez, junto con viejas cartas y recortes de revistas que solíamos leer. Yo quería irme de allí, estaba cansada y era tarde. Le pregunté qué hacía con ese hombre. Me dijo que eran viejos amigos. Siempre mentía. Mientras hablábamos ella bailaba y reía. Me repetía una y otra vez que le hacía mucha ilusión haberme encontrado. Él hombre se acercaba de vez en cuando y le decía algo al oído, ella le acariciaba la cara y le decía que yo era una antigua amiga, que en un momento estaría con él. Me despedí de ella con un abrazo. Me dijo que la llamase, que quería enseñarme los recuerdos de nuestra infancia. En sus ojos volví a ver a la niña de trece años que se escapaba de casa y me pedía cobijo...

(Pino Montalvo)

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