viernes, 13 de enero de 2012

Viaje por el desierto

El príncipe camina bajo el sol con un pañuelo de lino sobre su cabeza. “Atravesaremos el Sahara en veinte días”. De vez en cuando, se gira y me mira. En sus ojos se refleja el desierto. Al anochecer me da de beber. Me arrodillo bajo un árbol y él vierte agua sobre mi cabeza “bebe de este agua y limpia tu cuerpo con ella”, lo dice como cantado, bendice mi cuerpo y después el suyo. Enciende el fuego y se tumba junto a mí. Comemos. Sirve vino en mi copa y yo sirvo vino en la suya. Se quita el pañuelo de la cabeza para cubrirme la espalda y los brazos. Me cuenta la historia de un marinero noctámbulo que habla con los peces por las noches; me río mientras la cuenta. Me roza los labios con sus dedos. Nos miramos en silencio. Una serpiente me atraviesa el cuerpo entero; sus brazos me cubren y me sujetan mientras tiemblo. “Estoy dentro de ti” –dice- “y tú estás dentro de mí. No tengas miedo del viento pues yo te resguardaré, no tengas miedo del hambre pues yo te alimentaré.”

(Pino Montalvo)

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