miércoles, 25 de enero de 2012

En los días buenos

En los días buenos respiro con claridad, hondo y profundo. Me gusta el frío de la mañana, la escarcha. Abro la ventanilla del coche cuando paso por el prado, cerca de los caballos. Les veo pastando, con la luz todavía azulada y una neblina húmeda sobre la hierba. Entra el aire helado por la ventana - lo respiro - me gusta cuando la nariz se me congela-. Me imagino caminando por aquel prado, entre encinas y robles - el sonido de las ramas vencidas por la nieve, el jadeo de un caballo -. Me imagino que puedo quedarme allí todo el tiempo que quiera, como un caballo salvaje que para allí donde le place.

Y me digo, en los días buenos, que aquel es un sitio silencioso - sagrado - uno de esos lugares que querría se me apareciese en el momento de mi muerte.

(Pino Montalvo)

domingo, 15 de enero de 2012

Invierno

Ha muerto una de mis gallinas. Creo que murió de frío. Era la más delicada. Solía quedarse atrás cuando las demás venían a comer. Alguna vez se perdía y dormía fuera del corral. Cuando la saqué esta mañana apenas se movía, al acariciarla se cayó de lado. El jardín estaba blanco con escarcha. Le preparé una cesta con paja y la metí en el baño. Allí hace calor. Respiraba con dificultad, hacía el mismo ruido que hago yo cuando tengo asma. Le dejé comida a un lado, un tomate cortado y varias aceitunas. No llegó a moverse. Cuando volví estaba acurrucada, ya no respiraba. Murió como un pajarito. ¡Qué pequeños sus ojitos cuando los cerró!

(Pino Montalvo)

viernes, 13 de enero de 2012

Viaje por el desierto

El príncipe camina bajo el sol con un pañuelo de lino sobre su cabeza. “Atravesaremos el Sahara en veinte días”. De vez en cuando, se gira y me mira. En sus ojos se refleja el desierto. Al anochecer me da de beber. Me arrodillo bajo un árbol y él vierte agua sobre mi cabeza “bebe de este agua y limpia tu cuerpo con ella”, lo dice como cantado, bendice mi cuerpo y después el suyo. Enciende el fuego y se tumba junto a mí. Comemos. Sirve vino en mi copa y yo sirvo vino en la suya. Se quita el pañuelo de la cabeza para cubrirme la espalda y los brazos. Me cuenta la historia de un marinero noctámbulo que habla con los peces por las noches; me río mientras la cuenta. Me roza los labios con sus dedos. Nos miramos en silencio. Una serpiente me atraviesa el cuerpo entero; sus brazos me cubren y me sujetan mientras tiemblo. “Estoy dentro de ti” –dice- “y tú estás dentro de mí. No tengas miedo del viento pues yo te resguardaré, no tengas miedo del hambre pues yo te alimentaré.”

(Pino Montalvo)