sábado, 12 de diciembre de 2009

Cuentos de Rafael Dieste (Fragmento)

Y en todo su cuerpo un delirio de amor tan majestuoso y profundo y con tan repentinas y graciosas crestas de ternura, que solo el mar cuando descansa y se rehace de una tempestad en mansas oleadas puede comparársele. Cerré los ojos, me ausenté, dejé solo mi sombra, hice todo el silencio posible en mi alma y, por los puñales que parecían tocarla de muerte y el resplandor que le causaban en lugar de heridas, sentí que el amor era recíproco.

(Rafael Dieste)

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