Era consultor en una importante empresa. Tenía 29 años y los ojos de un azul brillante cielo. Reconocí el niño que había en él cuando, al quedarnos solos un momento, agachó la cabeza sobre sus rodillas y se la cubrió con las manos.
Yo también me volví niña y me quedé callada, sin saber qué decir...
(Pino Montalvo)
domingo, 22 de noviembre de 2009
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